1/11/2007

Rebelarse vende, de Joseph Heath y Andrew Potter (Parte 1)

Hacía unos días que estaba dándole vueltas en la cabeza a escribir una reseña sobre este libro y como estaba aquí aburrío y la mula no se acaba de descargar los nuevos episodios del enano rojo que deseaba, pues me he quedado sin excusas para no escribirlo.
En primer lugar, este libro a mí me ha sentado como una jarra fría que te echan por encima mientras estás en la siesta. Pero no, no es uno de esos libros "esclarecedores" que te explican que estás alienado porque los medios de comunicación están aliados con las grandes multinacionales para anular tu creatividad (aunque puede ser cierto, por qué no) o poniéndose más irónico, que tienes un trauma porque tu madre te reprendió injustamente cuando eras un tierno infante y te cagaste en la bañera, frenando así tu potencial artístico.
En fin, que este libro actúa como el niño en el cuento de traje nuevo del emperador y te habla de cosas que son aplastantemente sencillas y medianamente obvias. ¿A qué me refiero? Pues que la contracultura es otra forma de consumismo y que "pedir lo imposible" en definitiva para lo que sirve es para que todo siga igual. Es decir, que por tener siete piercings, que te guste la música reggae, compres productos de comercio justo, tengas rastas, etc, etc no eres mejor que el típico caballista repeinao con gomina y con el polo de Lacoste. Y lo que es peor, que para el sistema eres igual, sólo que a tí te gusta consumir otro tipo de productos. Lo malo es que este ejemplo se puede aplicar a todos los estilos de contracultura, ya sean hippies, punks, vegetarianos, anarquistas (y sigue con tu propia lista) ...
Otra de las conclusiones de este ensayo es que los movimientos contraculturales (y la izquierda con ellos) han asumido la idea de que la revolución se puede hacer divirtiéndose, cambiando la cultura y los contenidos de los medios de comunicación o consumiendo productos que no dañan al medio ambiente o que fomentan el comercio justo. Esto, aparte de ser acomodaticio, es perfectamente inútil y queda claro que el sistema no sólo no se resiente, sino que aumenta su gama de productos que ofrecer. Bueno, aquí matizo un poco, que parece que estoy defendiendo la "teoría de la apropiación" (el capitalismo anula las corrientes rebeldes y subversivas convirtiéndolas en modas), cuando estos señores lo que afirman es que la contracultura está ya vendida de antemano. Y ponen como ejemplo a los "hippies" en los 60: gracias a ellos Volkswagen vendió mogollón de escarabajos y furgos, además de los fabricantes de ropa, de equipos de música y de discos. Lo de la ropa no deja de ser curioso: resulta que antes del movimiento hippie todos los hombres vestían más o menos igual; en fin, un aburrimiento. Con la explosión del movimiento hippie esto cambió para siempre y desde entonces los hombres tenemos un sinfín de prendas, colores y complementos para elegir y la industria textil recibió un regalo de la hostia.
Weno, lo dejo aquí con la promesa de continuar y os dejo el enlace a otra reseña del libro

No hay comentarios: